
Una colosal nube de hidrógeno molecular, bautizada como Eos, podría convertirse en un futuro semillero de estrellas, según anunciaron recientemente astrónomos.
Las estrellas y los planetas nacen en el interior de enormes nubes de gas y polvo cósmico, ricas en hidrógeno y otros compuestos moleculares. El lunes, un equipo de científicos reveló el hallazgo de la nube de formación estelar más cercana conocida hasta ahora: una gigantesca estructura en forma de media luna.
Nombrada Eos, en honor a la diosa griega del amanecer, esta nube se encuentra a unos 300 años luz del sistema solar y tiene un tamaño equivalente a la alineación de 40 lunas terrestres en el cielo. De acuerdo con Blakesley Burkhart, astrofísica de la Universidad de Rutgers, es la primera nube molecular detectada gracias a la fluorescencia natural del hidrógeno.
“Si pudiéramos verla en el cielo, sería descomunal”, afirmó la doctora Burkhart, quien junto a sus colegas publicó el descubrimiento en la revista Nature Astronomy. Además, destacó que “literalmente brilla en la oscuridad”.
El análisis de nubes como Eos, centrado en su contenido de hidrógeno, podría transformar el conocimiento sobre la cantidad de material disponible en nuestra galaxia para formar estrellas y planetas. También permitirá medir las tasas de creación y destrucción del combustible esencial para dichos procesos.
“Estamos viendo por primera vez este reservorio oculto de hidrógeno que tiene el potencial de generar nuevas estrellas”, señaló Thavisha Dharmawardena, astrónoma de la Universidad de Nueva York y coautora del estudio. Tras el hallazgo de Eos, los investigadores esperan “descubrir muchas más” nubes ricas en hidrógeno.
El hidrógeno molecular, compuesto por dos átomos de hidrógeno unidos, es el elemento más abundante del universo y constituye el principal componente de los viveros estelares. Sin embargo, es difícil de detectar desde la Tierra porque emite en longitudes de onda del ultravioleta lejano, que son absorbidas por nuestra atmósfera.
Por el contrario, el monóxido de carbono —formado por un átomo de carbono y uno de oxígeno— resulta más fácil de observar, ya que emite en longitudes de onda más largas, detectables mediante radiotelescopios terrestres. Por esta razón, tradicionalmente se utiliza para identificar nubes de formación estelar.
A pesar de su tamaño, Eos había pasado desapercibida debido a su escaso contenido de monóxido de carbono.
El descubrimiento surgió cuando la doctora Burkhart revisaba datos antiguos, de unos 20 años de antigüedad, provenientes del Espectrógrafo de Imágenes en el Ultravioleta Lejano (FIMS), un instrumento de un satélite espacial surcoreano. Allí notó una estructura de hidrógeno molecular en una región donde no se esperaba la presencia de nubes moleculares, lo que la llevó a colaborar con la doctora Dharmawardena para profundizar en la investigación.
“Para ese momento, conocía prácticamente todas las nubes moleculares por nombre”, comentó la doctora Dharmawardena. “Pero esta estructura no me resultaba familiar. No podía ubicarla”.
Para confirmar el hallazgo, la doctora Dharmawardena contrastó los datos con mapas tridimensionales del polvo interestelar de nuestra galaxia, construidos a partir de información del recientemente retirado telescopio espacial Gaia. Según señaló, Eos “se delineaba de forma muy clara y visible. Es una estructura realmente hermosa”.
John Black, astrónomo de la Universidad Tecnológica Chalmers en Suecia, quien no participó en el estudio, elogió la técnica empleada para revelar a Eos.
“Es maravilloso poder observar directamente el hidrógeno molecular y trazar el contorno de esta nube”, comentó el doctor Black. Comparado con el monóxido de carbono, el hidrógeno ofrece “una imagen más fiel de la forma y tamaño” de Eos, añadió.
Con base en el contenido de hidrógeno molecular, los astrónomos estimaron que la masa de Eos equivale a unas 3.400 veces la del Sol. Esta cifra es mucho mayor que la estimada a partir del monóxido de carbono, que indicaba apenas unas 20 veces la masa solar.
Según la doctora Burkhart, las mediciones basadas únicamente en el monóxido de carbono podrían estar subestimando la masa de muchas otras nubes moleculares. Esta conclusión tendría importantes implicancias para el estudio de la formación estelar, ya que nubes más masivas pueden originar estrellas de mayor tamaño.